BELLA VISTA OTRA VEZ*
El balneario Bellavista está
señalado por enormes boyas a lo largo de la carretera. Allí tiene casa la
familia de mi marido, desde mucho antes de que yo lo conociera. En Bella Vista
Veraneamos desde que regresamos de España, hace veintisiete años, pasamos
incontables fines de semana y muchas
vacaciones de invierno. Allí se reunían mis hijos y sobrinos, quienes crecieron
con la barra del balneario. Por eso dejé para cerrar la nota con algo personal.
Bellavista fue, en su tiempo, un
balneario exclusivo: unas pocas calles de tierra que lotearon los Aznárez,
estancieros de la zona y dueños de la hostería frente al mar. Los Aznárez no
vendían los terrenos a cualquiera. Hace un par de décadas, en un momento malo
del campo, la venta se aceleró y Bellavista se amplió y pobló de casas de todo
tipo. Hay gente que vive allí todo el año: algunos matrimonios jubilados que
van a Montevideo por el día a ver a la familia, algunos europeos que trabajan
por internet, algunos argentinos que viven de rentas. Todos nos conocemos.
La playa es casi toda de canto
rodado: que haya no no zonas de arena y se pueda entrar al agua sin zapatos de
goma depende de las tormentas que se llevan y traen las piedras. Ese es uno de
los temas de conversación de cada verano: “¿Hay playa?”, preguntamos cuando
queremos saber si hay arena.
De todas maneras, para mí lo
mejor de Bellavista está hacia el otro lado, cuando trepo la portera y entro al
campo con vista a la Sierra
de las Ánimas. Este verano me hice amiga de los caballos y si no me animé a montarlos a pelo fue porque son demasiado
altos y no pude acercarlos al alambrado. Saqué allí todas las fotos de mi
colección de aves del Uruguay. Tengo a Bellavista en el corazón, con todos los
asados del 31 de diciembre para recibir tantos Año Nuevos, los de las vacas
flacas y los de las vacas gordas, con el canto agudo de las gallinetas
silvestres que te despierta al amanecer, con todos los recuerdos de mis hijos y
sobrinos creciendo juntos, con la casa siempre llena que también ha crecido,
aunque a veces aún no alcanza y es preciso armar carpas en el jardín.
Bellavista es un lugar más para casi todo el mundo; para mí, es el lugar del
mundo donde siempre quisiera estar.
Gloria Algorta
* Parte del artículo “In and around PIRIAPOLIS y sus
alrededores” publicado por la revista “Panorama de las Américas”
correspondiente al mes de Mayo.
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